Autor: Jefferson Herrera.
En el marco del Día Internacional contra el Cambio Climático, que se conmemora cada 24 de octubre, y a pocas semanas de la COP30 en Brasil, conversamos con Sofía Luna Quispe, estudiante de Antropología y activista climática enfocada en políticas y negociación internacional. Con experiencia como Joven Negociadora por el Perú en la COP29 y miembro del Climate Youth Negotiator Program, Sofía es actualmente Directora de Políticas y Educación en la organización internacional juvenil Re-Earth Initiative. En esta entrevista, desde su experiencia, ella nos habla sobre los desafíos para que la juventud influya en las negociaciones climáticas, la importancia de la transición justa y la inclusión de comunidades indígenas en nuestro país.
Como joven y activista climática en Perú, , ¿cuáles son los mayores desafíos que enfrentaste al pasar de la movilización ciudadana a la mesa de negociación internacional?
Creo que uno de los mayores desafíos fue poder tener acceso a una preparación técnica que nos ayudara a comprender cómo funcionan las dinámicas y complejidades de los procesos de negociación climática internacional. Podría decirse que la COP tiene dos espacios. Por un lado, está la sociedad civil, en donde movimientos sociales y climáticos se conectan con organizaciones no gubernamentales de diferentes regiones para llevar a cabo eventos paralelos y diálogos. Y, por otro lado, están las salas de negociación, que es donde se negocian los textos que finalmente serán las decisiones que la conferencia adopte en las distintas temáticas: transición justa, cambio climático y género, mitigación, adaptación, entre otros temas. Para poder entender cómo funcionan esas salas de negociación —que es, finalmente, donde se crean las políticas climáticas internacionales—, es importante conocer los términos que se usan en ese lenguaje, las dinámicas de negociación… todo con el fin de poder traducir las demandas ciudadanas y de los pueblos al lenguaje y las propuestas que pueden ser incluidas en los textos de negociación. Propuestas que tengan sustento técnico y bases sólidas, pero que, a la vez, también conecten con nuestras historias y realidades, para poder llegar a soluciones más drásticas, ambiciosas y justas.
¿Qué temas consideras que son absolutamente cruciales para la delegación peruana en las negociaciones climáticas?
La transición justa es definitivamente un tema crucial para el Perú. No solo porque será uno de los focos de la COP 30 en Brasil, sino también porque Perú tiene muchas oportunidades para promover un lenguaje más ambicioso en los textos de negociación. Por ejemplo, mencionando la necesidad de incluir salvaguardas para los derechos de los pueblos indígenas y los derechos humanos dentro del programa de trabajo de transición justa. También, en el reconocimiento explícito del consentimiento y la consulta libre, previa e informada en aquellos proyectos que buscan avanzar la transición justa y que se desarrollan en territorios de comunidades locales y pueblos indígenas. Esto es especialmente importante en todas las discusiones sobre los minerales críticos para la transición energética —como el litio, el níquel o el cobalto—, que son utilizados para impulsar las llamadas energías verdes. Estos minerales serán un gran foco en la transición justa que se está construyendo, y en su mayoría, los yacimientos y las actividades de explotación se encuentran en territorios indígenas. Por eso es tan importante que se siga hablando de una transición justa basada en el diálogo social, que centre a los pueblos indígenas, las juventudes y los trabajadores dentro de la concepción de cómo se imagina un futuro en el que la transición justa sea una realidad.
¿Cómo se garantiza que las comunidades andinas y amazónicas de Perú sean escuchadas y tomadas en cuenta en los acuerdos globales?
Uno de los pilares más importantes para asegurar la participación directa de los pueblos en estos espacios es poder canalizar financiamiento que permita que las delegaciones lleguen a ellos. En el caso de la COP 30 en Brasil, la participación será muy limitada debido a los altos costos de alojamiento que está generando la conferencia, lo que prácticamente está excluyendo a muchísimos movimientos sociales. Esto, por un lado, es claramente una cuestión de recursos. Pero, por otro lado, también está el desafío de asegurar que las voces de las comunidades y los pueblos estén efectivamente representadas. Una forma de hacerlo es garantizando su participación activa dentro de los procesos nacionales. Por ejemplo, en los talleres de co-construcción de la política nacional del Perú para la COP, que se realizaron desde el Ministerio del Ambiente el mes pasado.
Sin embargo, es importante reconocer que, hasta el momento, no existe un mecanismo de participación directa para las comunidades locales en estos procesos. Si bien los pueblos indígenas están representados mediante la Plataforma de Pueblos Indígenas para Enfrentar el Cambio Climático —que tiene una voz dentro de la Comisión Nacional de Cambio Climático—, las comunidades locales no cuentan con un mecanismo oficial y claro de participación. En este caso, su representación suele darse a través de terceros: ya sea mediante organizaciones no gubernamentales o por medio de gobiernos locales. Pero hay un gran reto pendiente: fortalecer la participación autónoma, lo cual empieza por identificar los vacíos que impiden una participación más certera, accesible y justa de las comunidades locales en los temas de cambio climático.
En tu experiencia, ¿cuál crees que es la idea equivocada más común sobre el cambio climático en nuestro país?
Creo que uno de los mitos y creencias más peligrosas que persisten en el consciente colectivo peruano —y también en los medios— es pensar que el cambio climático se limita únicamente a las ciencias exactas. Es decir, asociarlo solo con la mitigación, el carbono o las soluciones de mercado. Pero las cuestiones de cambio climático van muchísimo más allá de la captura de carbono y las soluciones técnicas. Tienen también bases sociales muy profundas, que son justamente las que sustentan muchas de las negociaciones y políticas ambientales y climáticas del país. Porque hablar de cambio climático es también hablar de justicia, de derechos humanos, de reparaciones históricas, de diálogo social y de las estructuras vigentes que han permitido que la degradación ambiental y los efectos exacerbados del cambio climático sigan agravándose. Todo esto, a pesar de que llevamos años discutiendo el tema a nivel internacional y nacional, y que muchos de estos procesos terminan dilatados y desconectados de la realidad de las poblaciones. Y eso ocurre precisamente porque la base social del diálogo se sigue dejando de lado, al reducir el cambio climático solo a las ciencias biológicas, ambientales o exactas.
Perú tiene muchos recursos naturales, pero también enfrenta desafíos para su desarrollo. ¿Por qué es tan importante el financiamiento climático internacional para Perú?
La cuestión del financiamiento climático internacional es fundamental para el Perú, tanto para la adaptación como para la mitigación del cambio climático, y en esa misma línea es crucial para los países en desarrollo del Sur Global. El año pasado, estos países promovían la adopción de una nueva meta cuantificable de financiamiento climático basada en 1.3 trillones de dólares, pero al final se adoptó una decisión que solo llama a movilizar 320 millones de dólares anuales.
Esto está infinitamente lejos de lo que los países en vías de desarrollo estaban exigiendo, y por eso es muy importante que la meta de financiamiento climático sea ambiciosa. Sin estos flujos de financiamiento internacional, sin los medios de implementación adecuados, los países en vías de desarrollo quedan en una situación muy limitada, especialmente porque los flujos de financiamiento climático domésticos son, ya de por sí, muy limitados.
¿Y cómo se puede asegurar que la transición energética sea justa para todos?
En temas de transición energética, si los asociamos al financiamiento climático, es importante pensar no solo en cómo los recursos llegan hasta el Estado, sino también en cómo llegan directamente a las poblaciones y territorios. En el caso de los pueblos indígenas y las comunidades locales, es fundamental empezar a pensar cómo estos flujos de financiamiento pueden ser accesibles de forma directa. Además, para asegurar que la transición energética sea justa y no deje a nadie atrás, es necesario comenzar diálogos sociales desde nuestras bases. Es decir, desarrollar una visión clara de lo que significa la transición energética para el Perú, algo que aún no tenemos, para poder entender cómo nuestra visión encaja en la visión internacional sobre este tema.
¿Qué significa para nosotros, para nuestros pueblos, para nuestras industrias? ¿Estamos pensando solamente en la transición energética o en todas las transiciones que derivarán de ese cambio en la matriz energética? Es decir, ¿cómo este cambio va a afectar a diversas industrias que hasta ahora dependen de los combustibles fósiles para producir? ¿Cómo impactará a trabajadores, no solo jóvenes, sino también pueblos indígenas y comunidades locales? Por eso, tener un buen entendimiento de lo que implica la transición, así como de la soberanía energética, es fundamental para poder movernos de forma más eficiente en los espacios internacionales.
¿Qué papel juega la juventud peruana hoy en la acción climática?
El papel de la juventud peruana en la acción climática hoy en día es protagónico, dinámico, versátil y con muchas oportunidades para hacer un seguimiento activo y responsable a los compromisos internacionales del Perú, pero también a la acción doméstica que se deriva de esos compromisos. También está el rol de continuar ejerciendo presión para que las metas que Perú lleva a espacios como la COP —en temas como financiamiento climático, adaptación, mitigación, género, transición justa— sean más ambiciosas y estén respaldadas por compromisos legalmente vinculantes.
Como última pregunta, ¿cuál crees que será el legado más importante que tu generación dejará en la política climática del país?
Creo que uno de los legados más importantes y transformadores que podemos dejar es la inclusión de componentes de diversidad e interculturalidad dentro de las negociaciones y de las políticas climáticas nacionales. Es fundamental recordar que, como jóvenes, compartimos una misma categoría etaria, pero vivimos realidades muy distintas. Por eso, diversificar y descentralizar la forma en que se construyen las posiciones y soluciones es clave, y afortunadamente es algo a lo que se le ha dado cada vez más atención en los últimos años. Dar espacio a las juventudes significa también dar espacio a juventudes indígenas, a juventudes de comunidades locales, a juventudes afroperuanas, rurales, periurbanas. Tener como legado la operacionalización y ejecución de la diversidad y la interculturalidad es, sin duda, uno de los avances más significativos que está logrando esta generación dentro de la política climática en el país.